North America

Un hombre con un plan

Cangy a los jóvenes ser dueños de su fe, con lo que todas las partes juntas, su viaje

Silver Spring, Maryland, United States | Ansel Oliver/ANN

Entre medio de decenas de compromisos de charlas internacionales, Gilbert Cangy dedicó su primer año como director de Ministerios Juveniles de la Iglesia Adventista mundial reuniendo a todas las partes para dialogar sobre el plan.

¿Cuál es el plan? “Se refiere a buscar maneras de hacer que nuestros jóvenes pasen de ser simplemente miembros de iglesia a ser seguidores plenamente dedicados a Jesucristo”, dice.

En su oficina de la sede central de la iglesia, Cangy dice que ahora se ha concentrado en el discipulado de los jóvenes. El departamento está produciendo dos recursos para ayudar a que los jóvenes cultiven su propia vida espiritual.

En enero, el sitio web de Ministerios Juveniles de la Asociación General pondrá a disposición de todos “Discipulado en acción”, una guía curricular de 26 semanas que puede ser usada en forma individual o en grupos pequeños, así como una guía diaria de estudio de la Biblia orientada hacia los jóvenes y que dura siete semanas.

En una entrevista con ANN, expresa en forma reiterada que los jóvenes son responsables del desarrollo personal de su fe.

Su función

Cangy coloca su cargo en perspectiva: la iglesia local es tan solo una estructura de apoyo del hogar, “el primer seminario”, como él lo denomina. En consecuencia, la iglesia es más efectiva cuando contribuye a hacer discípulos en la congregación local.

“Sabemos que un congreso de jóvenes se lleva a cabo cada dos o tres años, y una concentración de jóvenes unas pocas veces por año. Pero la realidad es que los jóvenes están en sus iglesias unas 48 semanas por año. Allí tiene que estar nuestro énfasis en lo que respecta a su desarrollo espiritual.

Durante la entrevista, Cangy usa repetidamente palabras como “responsabilidad” y “realidad”. Habla de trabajar con los líderes locales y de asociarse con los ministerios independientes y de apoyo de jóvenes. Espera que se produzca un “rapprochement”, un término en francés que implica un acercamiento entre la iglesia y otros ministerios jóvenes formados originalmente en forma paralela a la iglesia y con escasas o nulas consultas con la organización.

Aunque se mantiene en contacto con los jóvenes (está por salir para Alemania para hablar en una convención de jóvenes y de allí va a Tailandia), su audiencia primordial, dice, está compuesta por “trece personas”: los directores de jóvenes de cada una de las regiones administrativas de la iglesia. Después de ser elegido el año pasado, voló a cada una de las sedes regionales y se reunió con ellos, pidiéndoles conocer sus perspectivas y objetivos. Sus planes son los planes también de él y viceversa, dice.

“Creo en un proceso de liderazgo más consultivo. Sé que en la actualidad es posible eludir a todo el mundo y, por medio de la tecnología, llegar al iPhone de un joven, pero he escogido trabajar a través del sistema [que la iglesia ha] instaurado. Mi función es ver el cuadro completo y considerar dónde estamos en términos de nuestro tiempo, generación, cultura, para mirar las necesidades globales de la iglesia”.

Cangy tiene 55 años y es originario de las Islas Seychelles, una nación de múltiples islas de habla francesa del Océano Índico Occidental. Llegó a la sede central de la Iglesia Adventista desde Australia, donde trabajó como líder de jóvenes y director de jóvenes en la sede central de la División del Pacífico Sur, cerca de Sídney.

El año pasado, asistió como delegado sobre tablas al Congreso de la Asociación General con un sentido de “sagrado descontento”, después de lo que creyó era la conducción divina el año anterior para aceptar el cargo de pastor principal de una iglesia local. Había trabajado en el liderazgo de jóvenes durante 16 años. Un líder independiente de jóvenes bien conocido le había dicho poco antes que él poseía capacidades de liderazgo. Entonces, un golpecito en el hombre le cambió la vida. El presidente de la Comisión de Nombramientos quería verlo.

Poco después, Ted N. C. Wilson, presidente de la Iglesia Adventista, le preguntó si como director de Ministerios Juveniles podría ofrecer un equilibrio entre los ministerios jóvenes contemporáneos ya establecido y las organizaciones de apoyo. Su pasado influyó en su respuesta.

Su travesía personal

“La fe es una travesía”, dice, otra frase que usa varias veces durante la entrevista. Su propia travesía lo ha llevado a través de océanos, países y diversas formas de pensar.

Cangy tuvo padres misioneros y creció en la cercana Isla Mauricio, pero a los 17 años dejó la iglesia y “adoptó la cultura”, como lo expresa él. Comenzó a tocar el bajo eléctrico en una banda de soul y más tarde se unió a la marina mercante con la esperanza de ganar mucho dinero.

“No me llevó mucho tiempo aceptar el hecho de que el dinero no es todo en la vida”, dice Cangy. Era 1979 y tenía 21 años. En su camarote de navío, mientras cruzaba el Océano Índico en dirección a Ciudad del Cabo, le preguntó a Dios si era real y si podía hacer algo por él.

“Allí fue cuando cambió mi imagen de Dios”, dice. “Solía pensar en un Dios que me infundía temor y al que un día tendría que dar cuenta. Esa no es una imagen muy atractiva. Ahora no tengo temor porque él está de mi lado. Es el Dios de la gracia”.

Cangy regresó entonces a la iglesia con la esperanza de redimir el tiempo perdido. En un encuentro de “Jóvenes para Cristo”, se enfrentó con un músico en relación con la batería y las guitarras de la banda, diciendo que promovían un estilo de vida impío. Recuerda que el miembro de la banda le dijo: “Yo jamás tuve tu experiencia. Es tu problema, no el mío. Usted asocia estos instrumentos con otro estilo de vida, pero yo siempre los he asociado con la adoración a Dios”.

Eso fue como un puñetazo al estómago, dice Cangy, y lo llevó a reevaluar sus perspectivas sobre los formatos para expresar el evangelio. Hoy día prefiere los himnos en francés que fueron desarrollando sus experiencias de niño sobre Dios. Pero dice que entiende que no todos se identifican con ellos.

“Creo que necesitamos aceptar que existe una gran diversidad en la expresión de nuestros principios”, dice.

Un trabajo conjunto

En las últimas décadas, han surgido cada vez más ministerios independientes y de apoyo de jóvenes. El objetivo de Cangy es incorporarlos y trabajar juntos o, al menos, dialogar más. Algunos, dice, no están interesados en cooperar y han perdido la confianza en los líderes. Esos ministerios están más interesados en establecer expresiones alternativas del adventismo, y se ven a sí mismos como “reformadores” del movimiento, dice Cangy.

“No hay nada malo con expresar nuestro adventismo de una manera más conservadora”, dice. “La Iglesia Adventista es un movimiento mundial que está unificado por un mensaje único, que es expresado y comunicado por medio de su rica diversidad cultural. Pero al fin y al cabo estamos transmitiendo el mismo mensaje, aunque en formatos diferentes. Tenemos que aprender a adoptar la vía de la afirmación mutua”.

Aun así, la realidad es que existen muchas tensiones, dice.

“Dentro de las tendencias más derechistas, existe una visión enfermiza de los últimos días que promueve la noción antievangélica de perfeccionismo sin pecado”, dice Cangy. “No hay duda de que el mensaje del evangelio está impregnado de un llamado a la transformación y el desarrollo del carácter por medio de Cristo, pero de allí a afirmar que un día ya no tendremos pecado antes de que Cristo venga y cosas como esas, es sumamente peligroso”.

Una de las organizaciones de apoyo más grandes es “Generation of Youth for Christ”; Wilson fue el orador destacado en la convención que realizaron el año pasado. Se formó hace alrededor de una década como un ministerio dedicado a los adventistas de las instituciones públicas de educación superior. Cangy cree que uno de sus grupos en ciernes de Míchigan (Estados Unidos) se alinearon con un mentor que sintió que el ministerio establecido de jóvenes había perdido el rumbo. “Digamos que se basó en este entusiasmo de lanzar algo que funcionaría de manera paralela. No existió la intención de consultar o cooperar. No creo que esa era la intención de esos jóvenes”.

Más adelante en la entrevista, Cangy recibe un llamado de Justin McNeilus, presidente de GYC. Cangy lo saluda y le dice que más tarde le devolverá la llamada. Cuando cuelga, dice: “Hablo mucho con Justin, porque tiene un espíritu diferente. Puedo ver que siente deseos de cooperar. Hablamos todo el tiempo. Tiene que ver con la unidad”.

Cangy invitó inclusive a McNeilus y a los líderes de otros ministerios jóvenes de apoyo al consejo consultivo del Departamento de Jóvenes en la primera parte del año.

“Mi sueño es que cada una de las entidades se incorpore al diálogo. Hablemos. Hagámoslo juntos. Sea GYC o Maranatha o lo que fuere, unamos a todo el que quiere contribuir a ampliar el reino de Dios”.
En último término, depende de los jóvenes si ellos eligen adoptar la fe o no, dice Cangy. Y cree que las generaciones anteriores tienen que inspirarlos y capacitarlos.

“La fortaleza de la iglesia está en los jóvenes. Démosles la misión de la iglesia, entendiendo que acaso hagan las cosas de manera diferente, porque vivimos en un mundo que está cambiando a gran velocidad”.

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